Ayer comentaba con alguien que había estado en los campamentos de refugiados lo duro que es esa vida, no te esperas que en medio de ese desierto pueda , no solo vivir gente, sino haber vida. Siempre que intento describir como es el lugar en el que se encuentran los campamentos acabo diciendo que hay que verlo para saberlo, que es indescriptible, yo puedo decir: "es un lugar inhóspito, con un calor impresionante y un viento que no cesa", pero sí, como en cualquier situación hasta que no la vives no te haces realmente a la idea, es como en una novela que lees, en el que se describe un lugar, tú te haces tú imagen mental de ese lugar, si algún día tienes la ocasión de visitarlo seguro que te cambia toda la perspectiva. Pues con esto es igual, pero sin embargo sí hay algo que puedo describir y contar y sé que acertarás y te harás una idea muy clara, y es sobre los Saharauis, te voy a decir como son: son atrevidos, nada tímidos; son curiosos; son cultos; sociables; amables; abiertos; generosos.
Cuando entras por primera vez en una jaima, ya será tú hogar para siempre, los tendrás ahí para toda la vida. Nada más llegar ya están sirviéndote algo de comida, agua o cualquier cosa que puedan compartir. Te mantienes curioso, intentando descifrar el galimatías del árabe, algo imposible. Los Saharauis hablan una derivación del árabe, el hassanía, con el que comparten un 80% de las palabras, es curioso, a mí me daba la sensación de que estaban discutiendo todo el tiempo hasta que de repente soltaban una carcajada. Por suerte para nosotros la mayoría de los niños y jóvenes hablan español, por lo que se convirtieron en nuestros inseparables compañeros. Lo del español de los Saharauis es interesante, te encuentras un Saharaui hablando con un acento andaluz cerrado y con una gracia especial, al rato hablas con otro que tiene acento catalán y otro más con acento canario, muchos de ellos pasan los veranos en distintos lugares de España y adquieren el acento de cada rincón.
El primer día que llegamos al Sahara veníamos agotados , ellos lo sabían y tuvieron la delicadeza de retirarse pronto, después de la bienvenida, para dejarnos descansar. Todos mis compañeros cayeron rendidos. Yo no pude, era demasiada la emoción que estaba viviendo en esos momentos que no pude resistir y salí de la habitación, al instante tres o cuatro niños ya estaban a mí alrededor cogiéndome de las manos, me llevaron a una jaima donde estaba toda la familia reunida. Allí fue donde conocí al abuelo Mohamed, me invitaron a pasar y allí me senté en el suelo junto a ellos , las preguntas comenzaron a llegar, ¿cómo te llamas?, ¿cuántos años tienes?, ¿estás casado?, ¿cuántos hijos tienes?, ¿porqué sólo tienes uno?,..... Yo respondía divertido a ese interrogatorio cariñoso que me hacía la familia Mohamed.
Para que se puedan situar un poco, como ya saben estamos en el campamento(wilaya) de Dajla , en el barrio (daira) Bin Nzarán, la familia que nos ha acogido es la familia Mohamed, compuesta por el padre, Mohamed, y sus seis hijas, que me perdonen por no acordarme de los nombres de todas, nosotros nos alojamos en la casa de Mariam. Es costumbre entre los Saharauis que las hijas vivan alrededor de su padre, cuando se casan montan sus jaimas y casas de adobe alrededor de sus padres, los hijos que se casen harán lo mismo alrededor del padre de su esposa. Pero ellos no tienen ese problema ya que son todo mujeres.
A partir de ahora ya sabemos donde estamos y como se llama nuestra anfitriona, Mariam Mohamed Salem.
sábado, 12 de julio de 2008
jueves, 3 de julio de 2008
4 de julio de 2008
La llegada y la primera impresión.
Comenzaba a salir el sol en nuestro frente, cuando llevábamos más de cuatro horas dando botes por el medio del desierto, y digo dando botes porque fue así literalmente. La claridad del día ya comenzaba a iluminar el paisaje árido y vacío del desierto cuando tras una alta duna Mohamed frena el coche y dice "DAJLA!".
La impresión que tuve en ese momento no se me borrará de la retina en el resto de mi vida, Impresionaba, de repente, en medio de la nada aparecen miles de jaimas y pequeñas construcciones de adobe repartidas a lo largo de una explanada sin principio y si fin, la luz rojiza del amanecer ayudaba más a dar un aspecto de ciudad encantada. Ya nos habíamos alejado de las zonas urbanas de Tindouf y del resto de los campamentos afinados alrededor de Rabuni, la zona administrativa y de comunicaciones de la RASD, ahora nos enfrentábamos al campamento más desolado de todos en los que habitan los saharauis a 140 km de Rabuni.
La fila de Land Rovers que transportaban a los participantes del FISAHARA 2007, aminoró la marcha y en procesión ordenada comenzaron a internarse entre las jaimas. yo estaba pegado a la ventanilla mirando cada detalle para que no se me escapara nada, unos niños semidesnudos corriendo, un hombre achuchando a unas cabras para que salieran del corral, una mujer que se asoma entre las telas de la jaima y mira desconfiada a los recién llegados todo esto acompañado de una suave brisa que hacía que se movieran entre las construcciones y jaimas miles de papeles y plásticos. Las caras de aquellas personas se debatían entre la sonrisa y la desconfianza, por lo menos esa fue la impresión que me dio en un principio. Hasta que se detuvieron los vehículos pasaron aproximadamente 15 minutos con el mismo paisaje de gentes, caras, cabras, jaimas, niños y viento.
Nada más poner los pies en el suelo del desierto me agaché para coger una piedrecilla que ahora se encuentra en un lugar de mi casa que veo diariamente y me recuerda que los saharauis siguen viviendo aún en el desierto argelino. Símbolos, yo los uso mucho, me hacen recordar cosas y momentos. Después de estirar las piernas y levantar la cabeza vi que ya habían hecho lo mismo los ocupantes del resto de vehículos. Todos mirábamos con curiosidad lo que sucedía a nuestro alrededor. Unos policías contenían a una multitud de niños que se querían abalanzar sobre nosotros para pedirnos caramelos. Cubiertas por la sombra de una construcción de adobe pintada de blanco, que más tarde me enteraría que se trataba de una "madrassa" (escuela), se encontraban una treintena de mujeres envueltas por unas telas multicolores que resaltaban de forma llamativa con el monótono paisaje, las melfas (traje tradicional saharaui para la mujer). Miraban serias a diferencia de los niños que hacían lo imposible por traspasar la barrera que les imponían los policías , y cuando uno lo lograba era rápidamente llevado de nuevo a su ligar de origen, ahora , mientras escribo estas líneas se me asemeja esa situación un poco a la que vive el pueblo saharaui, separados de su libertad por un muro y los españoles sin hacer nada para impedirlo, mirando.
Allí fueron asignando a grupos de cuatro o cinco personas con una familia. Si alguien de los allí presentes pensaba que iba a encontrar un hotel o una pensión estaba muy equivocado, viviríamos como ellos, en jaimas y casas de adobe, comeríamos lo que ellos, carne de camello , viviríamos como ellos, bajo un sol abrasador, sin sombras, sin asfalto, sin lujos.
Comenzaba a salir el sol en nuestro frente, cuando llevábamos más de cuatro horas dando botes por el medio del desierto, y digo dando botes porque fue así literalmente. La claridad del día ya comenzaba a iluminar el paisaje árido y vacío del desierto cuando tras una alta duna Mohamed frena el coche y dice "DAJLA!".
La impresión que tuve en ese momento no se me borrará de la retina en el resto de mi vida, Impresionaba, de repente, en medio de la nada aparecen miles de jaimas y pequeñas construcciones de adobe repartidas a lo largo de una explanada sin principio y si fin, la luz rojiza del amanecer ayudaba más a dar un aspecto de ciudad encantada. Ya nos habíamos alejado de las zonas urbanas de Tindouf y del resto de los campamentos afinados alrededor de Rabuni, la zona administrativa y de comunicaciones de la RASD, ahora nos enfrentábamos al campamento más desolado de todos en los que habitan los saharauis a 140 km de Rabuni.
La fila de Land Rovers que transportaban a los participantes del FISAHARA 2007, aminoró la marcha y en procesión ordenada comenzaron a internarse entre las jaimas. yo estaba pegado a la ventanilla mirando cada detalle para que no se me escapara nada, unos niños semidesnudos corriendo, un hombre achuchando a unas cabras para que salieran del corral, una mujer que se asoma entre las telas de la jaima y mira desconfiada a los recién llegados todo esto acompañado de una suave brisa que hacía que se movieran entre las construcciones y jaimas miles de papeles y plásticos. Las caras de aquellas personas se debatían entre la sonrisa y la desconfianza, por lo menos esa fue la impresión que me dio en un principio. Hasta que se detuvieron los vehículos pasaron aproximadamente 15 minutos con el mismo paisaje de gentes, caras, cabras, jaimas, niños y viento.
Nada más poner los pies en el suelo del desierto me agaché para coger una piedrecilla que ahora se encuentra en un lugar de mi casa que veo diariamente y me recuerda que los saharauis siguen viviendo aún en el desierto argelino. Símbolos, yo los uso mucho, me hacen recordar cosas y momentos. Después de estirar las piernas y levantar la cabeza vi que ya habían hecho lo mismo los ocupantes del resto de vehículos. Todos mirábamos con curiosidad lo que sucedía a nuestro alrededor. Unos policías contenían a una multitud de niños que se querían abalanzar sobre nosotros para pedirnos caramelos. Cubiertas por la sombra de una construcción de adobe pintada de blanco, que más tarde me enteraría que se trataba de una "madrassa" (escuela), se encontraban una treintena de mujeres envueltas por unas telas multicolores que resaltaban de forma llamativa con el monótono paisaje, las melfas (traje tradicional saharaui para la mujer). Miraban serias a diferencia de los niños que hacían lo imposible por traspasar la barrera que les imponían los policías , y cuando uno lo lograba era rápidamente llevado de nuevo a su ligar de origen, ahora , mientras escribo estas líneas se me asemeja esa situación un poco a la que vive el pueblo saharaui, separados de su libertad por un muro y los españoles sin hacer nada para impedirlo, mirando.
Allí fueron asignando a grupos de cuatro o cinco personas con una familia. Si alguien de los allí presentes pensaba que iba a encontrar un hotel o una pensión estaba muy equivocado, viviríamos como ellos, en jaimas y casas de adobe, comeríamos lo que ellos, carne de camello , viviríamos como ellos, bajo un sol abrasador, sin sombras, sin asfalto, sin lujos.
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