Allí apareció, de nuevo, como la vez anterior, con las primeras luces del día.
Pero esta vez ya me sabía el guión, esta vez mis sensaciones fueron diferentes. No fue la impresión que me causó la primera vez, impactante, toda mi vida tendré esa imagen conmigo. Ahora no veía un campamento de refugiados, veía la ciudad de unos amigos, igual que cuando vas de vacaciones todos los veranos a un mismo lugar, miraba todo con unos ojos diferentes, con curiosidad y complacencia veía a mis amigos. Mis acompañantes del coche era la primera vez que visitaban un campamento de refugiados Saharauis y era curioso oír sus comentarios, ,los mismos que me hacía yo hace un año. "Mira con van vestidos", "Joder esas son las casas?", "Está lleno de cabras", " Mira, mira: un camello"...Por mis pensamientos en esos momentos pasaron mil imágenes, mil recuerdos, mil historias. La vida en el exilio de cientos de personas, en medio de un desierto que han sabido dominar, que lo han hecho su compañero.
Bajamos de los land rovers. De nuevo aquella imagen, cientos de niños apiñados, de todas las edades, mirándonos con una alegría inmensa, un grupo de mujeres sentadas con sus melfas golpeadas por el viento dando a aquél paisaje amarillo un toque multicolor y la barrera de policías que no dejaban pasar a los niños. Yo bajé y rápidamente me puse a buscar a los niños de la familia, hacerlo con las mujeres sería imposible, ya que las melfas las cubren totalmente y encima llevan gafas de sol.
Encontré a Mamía, estaba grandísima, luego apareció Laila. Hice mis gestiones con la organización, necesitaba un grupo de cinco personas. Aquí es donde entran mis amigos malagueños. Les dije que se vinieran conmigo, que tenía la mejor familia Saharaui que hay, que iban a estar como en su casa, ni se lo pensaron, así entraron en la familia Mohamed Yasmina y Jóse, Sergio tenía su familia allí ya que tiene todos los veranos a una niña en acogida y son de Dajla así que se instaló con ellos, ¿con quién estaría mejor? en dos días se incorporaría Salamu que visitaba a su abuela en otro de los campamentos
Cuando nos metimos en el jeep para bajar a la casa yo casi que le iba indicando al conductor por donde tenía que ir, me conocía esa parte de Dajla como la palma de mi mano. Allí estaban todos, bajé y fui a buscar al abuelo, iba saludando a todo el mundo que me encontraba y allí apareció, con su porte atlético a los sesenta y nueve años, su turbante perfectamente encajado, sus piernas arqueadas y esa cara llena de arrugas que contaban cientos de historias. "Salam Aleikum", "Aleikum Salam" y un fuerte abrazo joder.Que personaje. Al momento apareció Mariam, fue extraño, no sabía si abrazarla o besarla, las costumbres de los musulmanes todavía son un misterio para mí, al final le di un abrazo y que sea lo que Dios quiera, ella sonrió.
Nos instalaron en una de las casas de adobe. Allí empezó a llegar gente y a saludar, una docena de niños, todas las hermanas, algunos de los maridos y por fin llegó, el té. Mariam llegó con la bandejita del té, se me hizo la boca agua y le dije a mis compañeros: "Prepárense a alucinar con esto", no me refería al sabor del té, que es impresionante, sino a toda la ceremonia que lo envuelve, el arte con que lo hacen, el ritual que conlleva y el significado que tiene.
El planteamiento de éste viaje lo hice de forma que iba a disfrutar de cada momento, al ir a mi aire no tenía presión de ningún tipo, me paraba a hablar con todo el mundo, me invitaban a tomar té en muchas jaimas, iba a los pocas tiendas que hay y me ponía a hablar con los dueños, muchos de ellos hablaban español y yo no paraba de preguntarles sobre sus tierras, cómo eran sus vidas antes de 1975. Algunos tenían comercios, otros trabajaban en las minas de Bucrá, otros eran militares de Tropas Nómadas, era alucinante. Pero si hay algo que me impresionó mucho y que no había podido apreciar el año pasado fueron los rostros de las personas, sobre todo los mayores, esos ojos hundidos, rodeados de arrugas, escrutando mi interior y queriendo decir mil cosas. Ojos que miran el futuro queriendo recuperar el pasado.
No quiero seguir alargándome más, creo que todo lo que me falta por contar lo haré mejor con mis imágenes, con esa esperada exposición. Lo que si me gustaría es destacar algunas cosas que me resultaron interesantes en este viaje, y lo haré de forma muy esquemática, con frases cortas.
Conocí mientras caminaba por las polvorientas calles de Dajla a Mamud, 14 años, un perfecto español. Comenzamos a hablar y rápidamente conectamos, me dijo "¿A dónde vas?... Te acompaño". El tío es un líder, un niño pero con una mentalidad muy madura, hablaba de cualquier cosa, de la vida en los campamentos, lo duro que es estar ahí, de su país RASD, del antiguo líder guerrillero y ahora mártir El Uali. Caminé con él por varios lugares, fuimos a la escuela, al hospital, me llevó a un cementerio musulmán, no comprendía porqué quería hacer fotos en ese lugar, me dijo que no lo hiciera, así que sólo tomé dos fotos y seguimos camino, me gusta respetar las costumbres y creencias de la gente, aunque sólo sea un niño. Luego le pedí que me llevase a la parte alta de Dajla, había oído hablar de una zona en la que las dunas habían invadido parte del pueblo y la gente había tenido que abandonar las casas y trasladar las jaimas a un lugar más seguro. Allí nos sucedió algo interesante, por llamarlo de alguna forma.
Esta parte de Dajla está muy apartada del centro, se nota que es como una zona algo más deprimida dentro de la situación que viven los Saharauis en general, se notaba en la gente, en las casas y en la forma de comunicarse conmigo. Encontramos a un grupo de niños y tras hablar un poco con ellos nos fuimos, al momento empezó a caer sobre nosotros una lluvia de piedras, no hubo forma de disuadirlos, tuvimos que huir a la carrera.
El abuelo Mohamed me dejó conducir su viejo Land Rover, me decía que tenía un problema, le salía humo blanco por el tubo de escape, yo de listo le dije que había tenido uno igual en Tenerife, lo arranqué salí y a los 20 metros me quedé trancado en un banco de arena, todos los niños estaban descojonados y el abuelo jurando en árabe, jajaa. Al final saqué el coche y se lo dejé en su lugar con la promesa de buscarle en Tenerife un parlier nuevo. Me dijo Sukaina que era muy raro, que el abuelo me tenía que apreciar mucho ya que nunca le había dejado conducir su coche a nadie.
Me quedo también con el espíritu de Yasmina, Sergio, Salamu y Jóse son chicos de 19 años pero con una mentalidad increíble, solidarios, respetuosos y amigos.
El día en que ya nos íbamos el abuelo me mandó a buscar, me llevaron a su jaima y allí estaba sentado junto a su mujer, me dijo que me quería hacer unos regalos, me dio pulseras para Lina y Lara, unos collares y una alfombra roja preciosa, la abuela me llenó de colonia. Eternamente agradecido.
Y lo más destacable es el esfuerzo que está haciendo el pueblo Saharaui por su libertad. Esa lucha sin armas, con el uso del diálogo. con todos sus derechos de reclamar lo que les pertenece, con la imprudencia y abandono de los Gobiernos más poderosos, con la hipocresía de los mismos. Un pueblo, el Saharaui, que lucha por algo justo, no están pidiendo lo que no les pertenece, sólo lo que ha sido de ellos durante miles de años y que un mal paso de España los dejó sin nada, bueno sí con algo si, con guerras, exterminios, hambre, pobreza, discriminación, olvido y abandono.
Desde la conciencia de cada uno se debe hacer algo para dejar este mundo un poco mejor de como lo encontramos, como decía Baden Powell. Este blog es mi pequeña "arma" contra la injusticia, mi grano de arena.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario