martes, 2 de septiembre de 2008

2 de septiembre de 2008

Qué buenas son las vacaciones!
Hace unos días realicé una llamada a Sevilla, a Utrera. Hablé un ratito con Mamia, una de las niñas de la familia de Dajla, estuvo dos meses de verano con una familia de acogida, al igual que otros 10.000 niños Saharauis repartidos por media España, en un proyecto que se llama "Vacaciones en Paz", aunque más que Vacaciones en Paz debería de llamarse "Vacaciones fuera del Horno" o algo así. Creo que es un programa bastante interesante que ayuda a miles de niños a pasar un verano algo más agradable. Pero aún son muchos los que no tienen oportunidad de acogerse a estos programas y me pregunta es ¿qué hacen esos dos meses en pleno desierto? ¿cómo lo aguantan? . En verdad son unos héroes.
Volviendo a Mamia me hizo un rápido repaso por todos los miembros de la familia y de la nueva incorporación hace apenas quince días con un nuevo bebé, de Mariam. Felicidades!
Sin querer desviarme de lo que realmente me ha empujado a escribir éste blog, que es el proyecto "El Pueblo Olvidado", me gustaría seguir relatando alguna de las experiencias que me cambiaron en el Sáhara. Y es que mi segundo viaje, en abril de 2008, me llevó con otro fin bien diferente al primero. Ahora conocía lo que pasaba, me había inmerso todo el año en la bibliografía más extensa que pude encontrar sobre el Sáhara Occidental, ahora conocía una realidad diferente a la que nos pintan todos los días y todo ello fruto de la propia experiencia, no hay mejor fuente que beber directamente de ella. Y allí estaba de nuevo, cogiendo un avión para Madrid, esta vez con cámara digital para no tener problemas de película, "armado" sólo con mi cámara de fotos.
La cola de nuevo inmensa, cada persona llevaba tres o cuatro paquetes, la mayoría con ayuda y regalos, mi mochila estaba a reventar, creo que debería pesar sobre cuarenta kilos. Como era de esperar salimos con una ligero retraso, yo ya me conocía el panorama e iba preparado, tanto para la espera con avituallamiento como para el frío nocturno del aeropuerto de Tindouf. El vuelo era con Air Argelia, hay que tener un par de ellos para no acojonarse en ese avión, hay que verlo, yo me senté en mi sillón y de ahí no me moví en todo el viaje. Ni comida ni película ni nada. Escala en Orán y llegada a Tndouf a las cuatro de la mañana. En el avión iban sentados delante de mi cuatro pibillos andaluces que no paraban de hablar. Al final me aprendí toda su vida sólo con oírlos, de Málaga, estudiantes de periodismo, tres malagueños y un Saharaui, hasta sus nombres, José, Sergio, Yasmina y Salamu y los nombro ahora porque al final se convirtieron en parte de mi viaje, ya veréis como.
Pasamos la aduana y tras haber descargado todos los equipajes en la cinta ( porque creo que el aeropuerto de Tindouf, que por cierto es aeropuerto militar, no hay presupuesto para los descargadores de maletas y allí las dejan en unos carros inmensos y nosotros mismos tenemos que bajarlas a la cinta y pasarlas por el escáner, ver para creer y además la ventilación del aeropuerto es una turbina de avión, palabra).
Luego viene la aventura de subirse a los todo terrenos, fuera esperan los representantes Saharauis con todos los coches y los camiones para el material, todas las mochilas y bultos a los camiones y a colocarse en los jeeps en grupos de seis para que quepamos todos, En mi Toyota Land Cruiser ( este año he subido de nivel), nos colocamos dos chicos de Valencia, de una productora, Juan Carlos y Patricia y los tres malagueños, Salamu iba en otro coche que le llevaría a otro de los campamentos para ver a su familia y se incorporaría en unos días en Dajla.
Y así arrancó este segundo viaje al Sáhara, ahora solo quedaban cuatro horas de carretera y pista en una noche fría pero acogedora por medio del desierto.
Allá vamos Dajla.

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