Había quedado en contar algo sobre mi primer viaje al Sahara, pues creo que esas sensaciones tan nuevas para mí donde mejor quedaron reflejadas fue en el texto que adjunté en el proyecto explicando lo que significaba para mí en ese momento lo que estaba experimentando, y tirando de archivo me gustaría colocar a continuación ese texto:
Cuando , a mediados de abril(2007), me encontraba encaramado a un viejo Land Rover atravesando la hamada argelina hacia unos de los campamentos de refugiados saharauis no podía imaginar que meses después estaría preparando uno de los trabajos artísticos que más satisfacciones me ha dado y creo me seguirá dando en los próximos años.
Nuestro chofer Mohamed chapurreaba unas cuantas palabras en español y su cara se iluminaba de alegría cuando enfilaba su viejo coche hacia la salida del sol y acertaba a decir :” Dajla, Dajla, mi casa, tú casa”. Esta frase podría definir lo que a partir de ese amanecer y durante siete días me encontré en medio de aquel pedregal desolado dónde siquiera los lagartos se atreven a vivir.
No fui en busca de ésta historia, se cruzó en mi camino. Iba a realizar un documental sobre lo que yo creía era un campamento de refugiados, la unión de estas dos palabras infunde un gran respeto de por sí. Uno llega a imaginarse lo que ve en las televisiones, miseria, hambre, desdicha, y eso era al fin y al cabo lo que creíamos ir a buscar en el pueblo saharaui. Pero no fue así. En medio de la nada lo encontré todo.
Iba “armado” con una vieja Pentax que me había prestado Santi en el momento en que llegamos al aeropuerto de Tindouf, aunque yo llevaba mi cámara de 6X6, mi vieja Isolette, había tenido muchos problemas para encontrar película, tanto en Tenerife como en Madrid, y es que la tecnología digital se está comiendo a pasos agigantados a nuestro querido negativo. Logré comprar algunos carretes en El Corte Inglés antes de salir hacia Argelia.
Lo que descubrí en el Sahara es algo que aún estoy intentando asimilar y de forma urgente y vital necesito contarlo, sacarlo, exteriorizarlo y gritarlo al mundo, Encontré a un pueblo olvidado. Como si de repente hubiesen cogido a miles de personas y las hubiesen puesto para mí en medio de aquel desierto y estuvieran condenadas a estar vagando siempre en este espacio. Y es que me sorprendió la gran humanidad y alegría que poseen estas gentes, me sentí, y puedo decirlo con todo el orgullo del mundo, como en mi propia casa. Rodeado de una cultura extraña y nueva para mí, un mundo al que no pertenecía y que a pesar de la cercanía que tenemos con el Sahara Occidental y tras haber sido una provincia española hasta 1975 no tenemos el más mínimo conocimiento de sus gentes y costumbres, así como de su geografía y sus problemas. No pretendo con este trabajo acercarme a ninguna postura política ni opinar sobre un problema internacional, sólo pretendo contar una historia, la mía con el Sahara y sus pobladores, los saharauis.
No encontré miseria y desdicha, todo lo contrario, no he conocido jamás un pueblo más alegre y hospitalario que los saharauis. Durante siete días la Jaima de Mariam Mohamed Salek fui mi Jaima, mi Casa.
domingo, 29 de junio de 2008
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